lunes, 8 de julio de 2013

El hilo de un ovillo que apunta al blanqueo de capitales



Mariano Rajoy, Bárcenas y las llaves de la santabárbara

Jesús Cacho (23-06-2013)
“A un tigre tienes que matarle o darle cariño; lo que no puedes hacer es andar hostigándolo todo el día y mucho menos dejarlo malherido en plena calle, porque se revuelve y te mata... Eso es lo que ha pasado en mi partido con Bárcenas. La Cospedal no lo tragaba, es que no podía con él, y desde que se instaló en Génova con mando en plaza se lo quiso cepillar. No paró hasta que lo consiguió. Pero, claro, el problema es que un tío que ha sido tesorero de un partido no sé cuántos años, que lo sabe todo, todo de todos, es muy peligroso si se le deja por ahí suelto y cabreado...” Dicen que el tigre de Bárcenas afila estos días sus colmillos dispuesto a saltar sobre su presa. Cuentan que no aguanta más, que está al límite de su resistencia, “que se pega un tiro o que se lía a tiros con todo bicho viviente”, porque la presión que soporta le ha vencido. Está dispuesto a romper la baraja. El estallido emocional se produjo el viernes 14, cuando el juez Pablo Ruz desveló que el ex tesorero del PP ocultaba otros 25 millones de euros en cuentas suizas, cifra que sumada a la ya conocida, de 22 millones, arroja la bonita suma de 47 millones o cerca de 8.000 millones de las antiguas pesetas. ¿Puede una cantidad semejante pertenecer a Luis Bárcenas?
Estamos ante el escándalo capaz de hacer estallar por los aires de una vez por todas la situación de unos partidos enemigos de las más elementales prácticas de democracia interna en su funcionamiento y acostumbrados a financiarse al margen de ley, porque las cuotas de los afiliados, irrisorias, y las cantidades que reciben de los PGE en función de sus resultados electorales son claramente insuficientes para mantener la costosa maquinaria de la que viven miles de familias en todo el país. La bola de nieve ha ido engordando hasta convertirse en un gran escándalo. El caso Bárcenas se agiganta día a día como el tronco del árbol de la corrupción del PP, del que la red Gürtel es apenas una de sus ramas, si bien importante, con sus raíces hundidas en las profundidades de los paraísos bancarios suizos, o tal parece. Una gran empresa sumergida, una maquinaria paralela cuyo presidente, en sus orígenes, fue Álvarez Cascos, cuyo consejero delegado ha sido Bárcenas, y cuyo agente comercial no era otro que Francisco Paco Correa.
Dicen que el tigre de Bárcenas afila estos días sus colmillos dispuesto a saltar sobre su presa
Ahora sabemos que había empresarios de la construcción que ingresaban sus “donaciones” al partido directamente en Suiza. Lo contaba este jueves en Vozpopuli Federico Castaño. A cambio de esas entregas, los paganos recibían el premio correspondiente en forma de concesiones de obra pública. Una práctica común a todos los partidos, particularmente a los dos mayoritarios que han tenido responsabilidades de Gobierno y por tanto acceso al Boletín Oficial del Estado. Una práctica inasumible desde el punto de vista del normal funcionamiento de un Estado moderno y de una economía de libre mercado y competitiva, cuyos nefastos efectos pagan al final los ciudadanos en forma de menos libertad y mayores precios de los bienes y servicios que consumen.
Génova y el Partido Popular han perdido el control de la situación. En el caso Bárcenas, y en tantas cosas, son esa barca que navega a la deriva, esa balsa de piedra que dijo el Nobel, confiada en que la meteorología y las corrientes favorables le acerquen a la costa y le permitan fondear en cala abrigada. Es el desconcierto que suele acompañar a los fines de ciclo, las caídas de imperios, los estertores de Régimen: nadie dirige la orquesta, todo sucede como regido por fuerzas descontroladas que se mueven a su antojo. La calle se agita y ocurren cosas estrambóticas, inexplicables, incluso risibles. Quienes parecían estar al mando se encogen de hombros, doblan la esquina, se esconden. Llegan las desgracias o amanece la calma, y todo ocurre como esa balsa que, sin GPS, siquiera sin sextante, se despierta, tras la noche atormentada, a vista de costa y con la mar en calma. “Bárcenas tiene hoy las llaves de la santabárbara”, asegura un noble pepero con años de mili, “y puede hacer volar por los aires al partido”. Este jueves le toca declarar de nuevo ante el juez Ruz en compañía de su esposa, y algunos temen que el ex tesorero, que ha llegado al límite de su aguante, termine por desfondarse y cantar: que el dinero en cuentas suizas no es suyo, sino del Partido Popular S.A.
Botella: “Por lo menos mi marido ha conseguido mover el barco”
Mariano Rajoy, con esa apatía que parece acompañar la escasa diligencia de un partido que llegó sorprendido al poder, sin ninguno de los deberes hecho, y que tampoco ha sabido mantener aseado su propio patio trasero, ha perdido el control del pañol donde se guardan munición y explosivos, artefactos que ahora un hombre acosado amenaza con hacer explotar. “Por lo menos mi marido ha conseguido mover el barco”, dice Ana Botella de su Josemari. Llamativa muestra de incapacidad para gestionar elemento tan vital para la vida del propio partido y pregunta obvia, casi obligada, que formularía el más lego de los miembros de la congregación patria: ¿Puede un grupo que no sabe llevar su propia casa, que ha demostrado tal ineptitud a la hora de desactivar este escándalo, hacerse cargo de la gestión de un asunto tan difícil y complejo como es el Gobierno de España, un país sometido hoy a los embates de toda clase de crisis?
Ahora sabemos que había empresarios de la construcción que ingresaban sus “donaciones” al partido directamente en Suiza
La misma diligencia viene mostrando el Gobierno en la gestión de otro escándalo, el que afecta a la Familia Real, en general, y a la infanta Cristina, en particular, y su polémica venta, o no, de 13 inmuebles. También aquí el Ejecutivo parece superado por las circunstancias, perplejo, perdido, sin explicación creíble. El ministro Montoro dijo el viernes que mañana lunes, a lo sumo el martes, dará a conocer el resultado de la investigación abierta para saber por qué la Agencia Tributaria (AT) atribuyó a la infanta la venta de trece fincas, un “hecho lamentable” según don Cristóbal. Desde que estalló el escándalo han transcurrido ya más de 8 días... ¿Realmente necesita Hacienda y la AT tanto tiempo para dar una explicación creíble? Silencio, la están peinando.
El informe remitido en su día por la AT al juez del “caso Nòos”, José Castro, aseguraba que la Infanta había vendido en 2005 fincas y tierras de su propiedad en las provincias de Alicante, Ciudad Real y Barcelona, poco después de realizada la compra por 5,8 millones de su palacete en el barrio barcelonés de Pedralbes. El dossier enviado al juez señalaba que la hija del Rey había enajenado 13 pisos, casas y tierras por un valor 1,43 millones. El mismo informe aseguraba que de la información aportada por notarios y registradores no se deducía la existencia de tales operaciones. Alimentado por el desmentido de la Casa Real y las contradicciones de Hacienda, las más variopintas teorías, algunas rozando la conspiranoia, se han podido escuchar estos días por los mentideros patrios.
El hilo de un ovillo que apunta al blanqueo de capitales
Ocurre que la suma de esas 13 operaciones, los citados 1,43 millones, coincide casi exactamente con el presupuesto que en su día la pareja Urdangarin-Borbón recibió para acometer las obras de acondicionamiento y mejora del palacete de Pedralbes, aunque la cifra final terminó siendo muy superior. De acuerdo con la tesis que circula por Barcelona, estaríamos ante una operación de blanqueo de dinero del Instituto Nòos en la cuantía necesaria para poder acometer esas obras. Vozpopuli fue el primero que, el 18 de junio pasado, habló de esa posibilidad. Estaríamos ante el hilo de un enorme ovillo de certificaciones que, simulando ventas ficticias, se habrían estado remitiendo a Hacienda desde notarías y registros por parte de algún oficial venal, ello sin necesidad de escrituras ni de firma de notario, utilizando el DNI de la infanta (se habla también de políticos y personajes de gran notoriedad), en la confianza de que ningún inspector de la AT iba a osar reclamar una paralela a la hija del Rey.
La misma diligencia viene mostrando el Gobierno en la gestión de otro escándalo, el que afecta a la Familia Real
La otra explicación apunta a la elaboración de una trama desde instancias oficiales para desacreditar al juez Castro –y de paso a la AT- con una operación tan torpe como la comentada (la supuesta venta de 13 inmuebles que nunca pertenecieron a la Infanta), de cuyo descubrimiento se seguiría una oleada de piedad colectiva hacia la figura de esa frágil, sufridora mujer que hay en Cristina de Borbón, burdamente agredida por quienes persiguen el descrédito de la Familia Real. Pero, ¿realmente es posible imaginar a alguien en este Gobierno o a cualquiera de sus instancias, siquiera el CNI, con capacidad bastante para maquinar una operación semejante, con algo de inteligencia detrás? La teoría se ha venido retroalimentando de la penosa petición de “disculpas” a la Familia Real formulada primero por Montoro y finalmente por el propio presidente Mariano Rajoy, disculpas que lesionan la dignidad de cualquier demócrata y ofenden la inteligencia del español medio.
Decir a estas alturas que el Gobierno de la nación está decidido a tapar este escándalo como sea no es ningún secreto. A cambio de un cómodo tránsito por los juzgados y de la desimputación de su mujer, Diego Torres se comerá el marrón del affaire Nòos como “autor intelectual” del escándalo, con el pobre Urdangarin convertido en un espantajo “orientado hacia la vertiente institucional y comercial” (sic). ¿La infanta? Una santa. Con esta crudeza lo sugiere ya el informe filtrado el viernes por Hacienda. Ruedas de molino. Si la AT, Hacienda, el Gobierno y la Familia Real quieren que les compremos esa mercancía, basta con que saquen a la luz las declaraciones de la renta y patrimonio de la Infanta de los últimos 10 años. Más fácil, imposible.

EEUU mueve sus fichas en Egipto



 











EEUU mueve sus fichas en Egipto (y en la región)

08 jul 2013

Nazanín Armanian.



“Quien paga, manda” y aquí es EEUU quien viene proporcionando 1.500 millones de dólares (unos 1.168 millones de euros) al año a Egipto y su ejército en ayuda militar y económica, convirtiéndole en el segundo receptor de ayudas después de Israel. Los militares que acaban de llevar a cabo un golpe de estado, además, reciben dinero de Arabia Saudí y controlan el 25% de la economía del país. Washington, a cambio, espera de los gobernantes del país africano, a nivel interno, sean capaces de dar estabilidad al sistema (aunque utilicen métodos mubarakianos o suadíes), y a nivel externo, lealtad a los intereses estratégicos de EEUU y sobre todo no molestar al vecino israelí. El pecado del ya ex presidente Mohamed Mursi fue su incapacidad de garantizar el orden interno. Continuas protestas de distintos sectores de la población, que culminaron en la recogida de unos 20 millones de firmas por el movimiento Tamarod (desobediencia), encabezado por El Baradei y otras personalidades, contra las políticas de Mursi, ofrecieron la oportunidad de oro al ejército-Pentágono para impedir que en la plaza de Tahrir las protestas tomaran un tono anti-estadounidense, ya que muchos carteles culpaban a EEUU —en concreto a su embajadora Anne Patterson— de proteger a Mursi y ser corresponsable de las calamidades del país. Los uniformados, acusados de gravísimas violaciones de los derechos humanos, reaccionaron rápido, se presentaron demócratas y cumplieron con el deseo de los manifestantes.



Que Obama en su discurso evitara definir como “golpe de Estado” lo sucedido se debe a dos motivos: que la ley le impide ayudar a un país cuyo gobierno democrático haya sido depuesto por un golpe militar o decreto y que no quería que los egipcios vieran sus manos detrás de la acción militar.



Roma no paga a traidores



No es la primera vez que EEUU actúa contra un gobierno que instala (Egipto. Fracasa la transición ideada por Washington): derrocó a los Muyahidines afganos e impuso a los Talibán para luego derrocarles, y no por ser bárbaros sino por su incapacidad de garantizar el orden necesario en un país clave como Afganistán (Afganistán: Batalla por la hegemonía mundial). Total, al final no hubo ningún gobierno soberano en Egipto.



En 2011 Obama, ante la caída de Mubarak, tenía tres alternativas: el ejército, favorito de Israel y Arabia Saudí; los Hermanos Musulmanes, con los que EEUU tiene fuertes lazos desde 1940; y su opción casi personal, Mohamed Al Bardie, el Nobel de la Paz. La primera era inviable por las exigencias democráticas de un pueblo sublevado. La tercera encontró resistencias entre los israelíes que le tachaban de “agente de Irán”, por insistir en el carácter civil del programa nuclear de Irán cuando fue director de la Agencia de la Energía Atómica y por afirmar que se debería revisar el acuerdo de Camp David. Quedaban los Hermanos Musulmanes, con los que Obama ya había tenido un primer y plácido contacto en la Universidad Al Azhar (Errores de Obama en Oriente Medio), donde pronunció un discurso que iba a poner fin a la política bushiana de invadir a los países musulmanes con recursos (promesa incumplida).



Al final eligió una Cohabitación ‘a la egipcia’, entre los militares y los islamistas, a la que, de momento, se pone fin. Ahora, la prioridad es impedir una guerra civil en las fronteras de Israel, mantener el contrapeso de Irán en la región, y encontrar un rostro afable a la dictadura militar.



EEUU, a través del general al-Sissi, jefe del Ejército —hombre religioso, designado por Mursi—, y en nombre del pueblo egipcio, vuelve a tomar las riendas del país sin poner las “botas en el suelo”. Está por ver el papel de varios miles de agentes de la CIA y de otros servicios de inteligencia occidental que se movían dentro y fuera del palacio presidencial de Heliópolis.



Mantener la amenaza del golpe militar ha sido uno de los instrumentos de Obama para presionar a Mursi, junto con impedir que el Fondo Monetario Internacional le prestase los 4.800 millones prometidos y otros 5.000 millones de euros de la Unión Europea. Ahora, puede abrir la cartera y soltar los millones de dólares que hagan falta para empujar el desarrollo en su “nuevo Egipto”. ¡Hay que ver cómo se puede manipular a un pueblo que está entre la espada y la pared! Es tan antidemocrática y peligrosa la intervención de los militares en la política como la que desempeñan las fuerzas religiosas. La educación de ambas fuerzas —que se presentan con falsas intenciones “supra clasistas”— está basada en los métodos autoritarios y excluyentes.



Otra experiencia… religiosa



Mohamed Mursi, ex diputado del parlamento de Mubarak, que junto a su organización llegó tarde a la revolución egipcia, pero consiguió montarse sobre sus oleadas y desde allí aplicar ideas de otros tiempos a una sociedad ansiosa de la democracia económica y política, no se dio cuenta de algo primordial: que contaba con el voto de tan solo el 51% del electorado y que parte de los votos depositados al segundo candidato, Ahmed Shafiq -miembro del antiguo régimen- eran por no votarle a él. Algo parecido sucedió en Irán en 1980, cuando ayatolá Jomeini, ante duras críticas hacia su propuesta de instalar una república “islámica”, desechó la propuesta de la mayoría que era “república de Irán”, y también la de “República Islámica Democrática de Irán”, ideada por los islamistas moderados. Convocó un referéndum con sólo dos opciones, “República islámica: ¿sí o no?”, en un clima en el que el “no” se interpretaba como un apoyo al régimen dictatorial del derrocado Sha. Ganó el “sí” obviamente, aunque allí estaban aquellos que al no ser escuchados, se lanzaron a una terrible guerra civil que duró varios años. Autoengañarse trae nefastas consecuencias.



Mursi, como Hermano Musulmán que confundió el gobernar un complejo estado en el siglo XXI con repartir caridad en los barrios pobres, no quiso ni pudo instalar la democracia. Motivos: sus limitaciones ideológicas y su pertenencia a la élite, su visión retorcida de la política (Un califato totalitario para Egipto), su incapacidad para crear al menos la sensación de mejoría la gestión de los problemas cotidianos (como la recogida de basura, el suministro de agua y electricidad o la seguridad ciudadana). Heredó un país en bancarrota, con graves problemas estructurales, como el alto índice de analfabetismo y de natalidad, se enfrentó a unas expectativas infladas de un pueblo que no podía esperar más, mientras su intento de islamizar el país sabía a demasiado a los seculares (que temían la talibanización del país) y a poco para sus aliados salafistas, quienes le abandonaron, apoyando el golpe de Estado. A todo ello, se añadió la corrupción y un amiguismo tan burdo como nombrar gobernador a un miembro del grupo terrorista Jamaa Islamiya, que participó en el atentado de 1997 en la provincia de Al agsar (Luxor ) matando a 58 turistas. Los HM, que ya tenían en su contra a minorías religiosas, ateos, seculares, los restos del antiguo régimen, los trabajadores (que en un año organizaron un centenar de huelgas), no podían hacer más para ganar enemigos.



Cambios en la región



Tal como señalamos (Obama II: Petraeus, Siria e Israel), el presidente Obama, después de su reelección, remodeló el equipo de defensa y el de política exterior, alejándose -¡no demasiado!- del tradicional apoyo de EEUU a los grupos islamistas, tanto militares como civiles. A veces les quería en un pack de 2×1: el modelo pakistaní de militares islamistas.



La rebeldía de los Talibán, el asesinato de su embajador en Libia a manos de los integristas que colocó en el puesto de Gadafi, o el asalto a la embajada de Israel en El Cairo por los HM y los salafistas le llevó a impedir que este tipo de grupos alcanzaran el poder en Siria –en la vecindad de Israel-, negándoles armas pesadas. Paso seguido, dio la bienvenida al nuevo presidente de Irán, elogiado por la prensa occidental como “moderado” (recordar que durante las protestas de millones de iraníes contra el fraude electoral de 2009, Obama envió una carta de felicitación a Ahmadineyad), y antes de retirar su apoyo a Mohamed Mursi, forzó la dimisión del otro “hermano”, el jeque Hamad al Thani, el emir de Qatar, por entorpecer sus planes sobre Siria o abrir una oficina para Hamas en su tierra. El jeque era un firme defensor de los movimientos islamistas, incluido los HM egipcios. Él financió con sus petrodólares la caída de Mubarak e inyectó dinero a la campaña electoral de los seguidores de Mursi. De allí que los golpistas egipcios hayan cerrado la cadena Al-Jazeera en El Cairo.



Se espera una nueva política de Obama, la de adelantarse a los acontecimientos, realizando cambios desde arriba en algunos países de la región y reformas, antes de que se le escape la situación en “primaveras” o “abdicaciones” de reyes y sultanes en Arabia, Kuwait, Bahréin, Emiratos y Amman, a favor de sus hijos. Favorece a esta posición la expansión del movimiento Tamarod a países como Túnez, Irak, Bahréin, y Libia.



Impacto en la región



Salvo el gobierno turco –próximo a HM-, ningún país ha llorado la caída de Mursi. Arabia Saudí, Kuwait, Emiratos, e incluso el nuevo emir de Qatar, Tamim al Thani, felicitaron al presidente interino egipcio, Adli Mansur. Mientras, Irán, que declaraba “respetar al pueblo egipcio”, no ocultaba su alegría. Pues Mursi no sólo se enfrentó a Irán en el asunto sirio, sino que agitó tanto el clima anti chiita en Egipto que el mes pasado fueron linchados varios fieles de este credo en El Cairo. Otro aliviado es el presidente de Siria Bashar Al Assad: el egipcio mandó cerrar su embajada y pidió intervención extranjera para deponerle.



Israel -que no puede quejarse de Mursi porque respetó el acuerdo de Camp David y destruyó los túneles de supervivencia palestina en su frontera con Gaza- sueña la normalización de las relaciones entre ambos países, aunque teme la acción de los grupos islamistas en sus fronteras. Satisfecho de que Hamas –rama de HM-, ahora sí quede huérfano, antes ya había perdido la simpatía de Irán, por luchar contra Damasco. Al contrario de Hamas, el líder de Autoridad palestina, Mahmud Abbas, que elogió al ejército egipcio, vuelve a sacar la cabeza.



Callejón sin salida



Designar un gobierno “tecnócrata” –o sea, un ejecutor de los mandatos del FMI y su autoridad, como se pretende, agravará aún más el sufrimiento del pueblo y el caos en el país. La profundidad de la crisis de Egipto es mucho más que su caos político. Sólo un gobierno de reconciliación nacional, incluyendo a los HM, puede ser el primer paso hacia el orden y la democracia.



Lo sucedido no es el fin de los HM. En Turquía el gobierno islamista de Arbakan fue derrocado por un golpe militar en 1980; volvieron a ganar las elecciones en 1995, y fueron de nuevo depuestos en 1997; regresaron en 2002 y ahora juzgan a quienes les destituyeron en los 80, aunque se enfrentan a demandas de “desislamización del poder”, no por los militares, sino por los indignados de la Plaza de Taqsim. Excluir a una poderosa organización del juego político podrá provocar escisiones en su seno e incluso radicalizar sectores que no dudarían en tomar armas.



Dijo Henry Kissinger, en 2011, sobre la caída de Mubarak: “Es sólo el primer acto de un drama que debe ser actuado”. ¿Qué quería decir?