domingo, 19 de marzo de 2017

La hoja de ruta de la inestabilidad en España .

Reino de España: La hoja de ruta de la inestabilidad




G. Buster

 


“Yo no voy a convocar elecciones, esto es un disparate, mi intención es que la legislatura dure todo lo que pueda porque es lo normal, lo razonable y creo que es positivo dar ese mensaje”. Mariano Rajoy

La derrota del gobierno Rajoy en la convalidación del real decreto 4/2017 para la contrarreforma de la estiba en los puertos españoles ha vuelto a romper la imagen de estabilidad que intenta transmitir tanto para consumo interno como en la UE. Las causas subyacentes de la crisis del régimen del 78, así como las coyunturales, a las que me referí en una nota anterior, siguen actuando. Para ninguna de ellas tiene respuesta el Gobierno Rajoy, que vive al pairo en una situación internacional y económica llena de “incertidumbres” según la UE, confiando no tanto en la fortaleza de su gobierno minoritario –aunque haya consolidado su papel de arbitro en las clases dominantes del Reino- como en la debilidad de una oposición y unas izquierdas más preocupadas hasta ahora en los ajustes y las luchas de poder internos que en construir una alternativa.
La clave de la bóveda de la actual coyuntura sigue siendo la situación interna del PSOE tras el golpe del 1 de octubre, que forzó la dimisión de Pedro Sánchez como secretario general. Han sido los pactos –algunos secretos, otros escandalosamente públicos- de la gestora presidida por Javier Fernández y controlada desde Sevilla por Susana Díaz lo que ha permitido crear el espejismo de la estabilidad y fortaleza del Gobierno Rajoy, en un bipartidismo zombie en el que Ciudadanos no es más que un pretendiente cornudo y desairado.
Factores de crisis coyunturales y estructurales

Cotidianamente, a golpe de titulares, se va conformando una hoja de ruta de la inestabilidad, que acabará por obligar al Gobierno Rajoy a convocar elecciones anticipadas. Las hipótesis sobre la evolución de los acontecimientos deben tomar en consideración factores externos (la subida de los tipos de interés por la FED, la respuesta del Banco Central Europeo poniendo límites a su flexibilización cuantitativa, lo que hará cada vez más difícil la gestión de una deuda pública del 100%, así como una subida de los precios de la energía..); factores políticos en la UE (los resultados de las elecciones en Países Bajos, Francia y Alemania); y una larga lista de factores internos (una cierta removilización social y sindical, aun por consolidar, la ineficacia de la gestión económica del gobierno y su incumplimiento de los objetivos de déficit, el goteo permanente de los escándalos de corrupción, el choque de trenes con el soberanismo catalán, el resultado de las primarias y el congreso del PSOE y la aprobación o no de los presupuestos de 2017 y 2018).
A pesar de que las encuestas siguen situando al PP ligeramente por debajo de sus malos resultados del 26-J de 2016 (31,2%), a 10 puntos de un segundo puesto que se disputan Unidos Podemos y el PSOE entorno al 20%, y que la derecha suma más votos (47%) que las izquierdas (alrededor del 44), el 70% de los encuestados desaprueba explícitamente la gestión del Gobierno Rajoy, un 62% cree que improvisa sobre la marcha y un 82% que la situación política es mala. Cuando el fracaso de esta gestión se concreta por temas, el 89% condena las actitudes y políticas del gobierno en relación con la corrupción; el 71% sobre la situación de Cataluña; y el 78% por lo que respecta a su política laboral.
Si se tiene en cuenta que la derrota de las izquierdas en las elecciones del 26-J se produjo fundamentalmente por la desmovilización de 1,3 millones de votantes anteriores –duro balance social de las disputas en la construcción de una alternativa al PP que enfrentaron con dos concepciones incompatibles a PSOE y UP-, es comprensible que Rajoy no quiera convocar elecciones anticipadas, a pesar de los cantos de sirena que le prometen una mayoría absoluta con Ciudadanos. Como es sabido, a Rajoy no le gustan las formulas por probar, le repelen Rivera y Ciudadanos –que considera un caballo de Troya que pueda desarticular su hegemonía en la derecha y alentar como reacción un polo de extrema derecha- y prefiere “pactos de estado” con un PSOE sumiso al bipartidismo zombie, bloqueando a medio plazo una alternativa de las izquierdas.
Es más, esa ha sido su reacción inmediata al rechazo parlamentario del real decreto 4/2017:  exigir “algo de estabilidad política” (…)“Es necesario que episodios como el de los estibadores no se vuelvan a repetir nunca, por lo menos, los partidos que debemos ser responsables”.
La crisis del PSOE: clave de la bóveda

Pero la dinámica del debate interno dentro del PSOE, y las presiones externas que recibe de sus votantes y los sindicatos, no solo no confluye con esta visión de sumisión a Rajoy, sino que responde a la frustración, el hartazgo y el sufrimiento social acumulado de una base social polarizada entorno al acierto o el error de haber permitido con la abstención el Gobierno de Rajoy. Pedro Sánchez, dado por muerto y enterrado, disfruta de un segundo aliento. Congrega en cada acto a miles de militantes, es capaz con su apoyo de financiar autónomamente su campaña en las primarias socialistas y representa un objetivo claro: acabar con el Gobierno Rajoy.
Patxi López hace piruetas para evitar la polarización misma que esta detrás de la convocatoria de las primarias, invocando una unidad rota en el vergonzoso comité federal del 1 de octubre. Y Susana Díaz todavía espera al 26 de marzo para proclamar una candidatura que depende de que Ciudadanos mantenga su apoyo al gobierno del PSOE en Andalucía y este no tenga que convocar a su vez elecciones anticipadas. Más que de ella misma –porque no se le conoce aún una propuesta concreta que no sea invocar la hegemonía perdida de las izquierdas-, su poder de convocatoria depende de los barones y de los aparatos autonómicos y central del PSOE.
Los resultados de las primarias socialistas de mayo determinarán de manera irrevocable el congreso convocado a mediados de junio. Si se produce una victoria de Pedro Sánchez, quedará descartada la política de pactos vergonzantes, por muy “responsables” que sean, con el Gobierno Rajoy. Lo que no implica una moción de censura a corto plazo. Si pierde con un número significativo de votos, limitará la ya reducida capacidad de maniobra de Susana Díaz para aprobar los presupuestos de 2018, que podría hacer irreversible la crisis del PSOE. En ese escenario, es muy probable que Rajoy escuche los cantos de sirena y convoque elecciones anticipadas, atribuyendo su necesidad a la “irresponsabilidad” del PSOE frente a la situación económica y el desafío de los soberanistas catalanes. Una campaña electoral polarizada entre “responsables” e “irresponsables”, con los bárbaros populistas e independentistas llamando a las puertas amuralladas del régimen del 78.
Indicios de recuperación de la movilización social y limites de la gestión de Rajoy

Las cosas no son tan evidentes, sin embargo, fuera de los círculos de convencidos en la derecha. Hay elementos de nueva movilización social en la educación (huelga del 9 de marzo); feminista (manifestaciones y actos del 8 de marzo); sindical (nuevas asambleas de delegados el 23 de marzo, en la tercera convocatoria de este tipo desde que iniciaron la campaña por la negociación colectiva CCOO y UGT); en defensa de los refugiados (manifestación del 18 de febrero en Barcelona y su eco en muchas ciudades); además de la amenaza de una huelga tan dura como la de los estibadores en los puertos. Estas movilizaciones son la condición necesaria para una nueva movilización electoral de izquierdas.
Y a Rajoy no le va bien en ninguno de los otros frentes. Su estrategia de bloqueo parlamentario de la oposición, alegando las consecuencias sobre el control de un presupuesto no aprobado, que se encuentra ya con un recurso ante el Tribunal Constitucional del Congreso, se enfrenta ahora a un informe de los letrados del Congreso que tendrá que ser discutido por una Mesa en la que solo tiene mayoría gracias a Ciudadanos.
Su gestión económica de la crisis tiene dos aspectos contradictorios, que la hacen profundamente incoherente. Por un lado, una política de exenciones fiscales a las grandes empresas, que han situado la presión fiscal 5,4 puntos por debajo de la de la UE (34,6% frente al 40%) y que de 2007 a 2014, en lo más crudo de la crisis, han supuesto una falta de recaudación de 70.000 millones de euros, una cantidad superior al rescate de la banca española por la UE. Por el otro, a pesar de crecer por encima del 3%, el gobierno Rajoy sigue siendo incapaz de controlar el déficit fiscal ni cumplir este año el objetivo del 3,1%, porque lo superará en 4 décimas, en el mejor de los casos. ¿Dónde quedará entonces la credibilidad del acuerdo de ajuste trienal pactado entre el gobierno en funciones Rajoy con la Comisión Europea en 2016? Tampoco en el terreno de la lucha contra el paro puede alardear Rajoy de resultados. El año acabará con un 18% de parados, una cifra solo superada por Grecia, y con la tasa de temporalidad más alta (26,5%) después de Polonia, que ha creado, gracias a la contrarreforma laboral, un ejercito de trabajadores pobres en activo. Para más inri, las declaraciones de la cúspide del Banco de España en el juicio sobre Bankia y la comisión parlamentaria paralela pueden poner al descubierto la lógica de la gestión de la crisis de 2008-2014, más allá de las justificaciones interesadas como el panfleto exculpatorio de De Guindos, y a sus auténticos beneficiarios.
Más pronto que tarde, todas estas tendencias comenzarán a confluir, ronzando la nave del Gobierno y a su Gran Timonel. Sobre todo porque en el horizonte se vislumbran dos tormentas tan graves como la convocatoria del referéndum catalán, su prohibición, la intervención para hacerla efectiva, la intervención legal contra la Generalitat del Tribunal Constitucional y la convocatoria de elecciones anticipadas en Cataluña, cuyo aplazamiento solo puede complicar las cosas para Rajoy a más a más.
Y en mitad de ese otoño caliente, la inevitable negociación sobre el presupuesto del 2018 (para hacer efectivos recortes de cerca de un 1% del PIB, según lo acordado con la Comisión Europea) que, de no aprobarse en plazo, exigiría legalmente la disolución de Cortes y la convocatoria de elecciones anticipadas.
Necesidad de un debate estratégico, pero también de coyuntura

Las consecuencias políticas de este escenario no son, sin embargo, las que han inspirado ni el texto de estrategia aprobado por Podemos en Vistalegre II ni la resolución coyuntura adoptada recientemente por Izquierda Unida. En ambos casos, el énfasis se sitúa en la estabilidad del gobierno minoritario de Rajoy gracias al apoyo de Ciudadanos y la Gestora del PSOE, que conformarían una Triple Alianza relativamente sólida.
Esta polarización entre Unidos Podemos y el resto de los partidos, portavoces en definitiva de lo que se ha llamado “la trama” –el núcleo de poder hegemónico del capitalismo de amiguetes del régimen del 78- obvia por el momento las contradicciones explosivas en el seno del PSOE y las tensiones en la alianza forzada entre el PP y Ciudadanos, que no hace más que tragar quina como consecuencia de las “diferentes lecturas” (incumplimientos) sobre las responsabilidades políticas de la corrupción y la orientación de la gestión económica. Y no se vislumbra una táctica de UP para aprovechar estas contradicciones, sobre todo las del PSOE en su proceso congresual, más allá de algunas iniciativas parlamentarias. El horizonte de la alternativa se ha situado en 2020, incluso con la formación de una comisión específica Rumbo 2020.
Es más, el énfasis en el discurso sobre “la trama”, que pone el dedo certeramente sobre las contradicciones estructurales del régimen del 78, esta obviando un debate concreto sobre la crisis coyuntural del gobierno minoritario de Rajoy (ver, con matices, 1 y 2). Puede favorecer la necesaria consolidación organizativa de UP tras Vistalegre II, pero es imprescindible también una actividad de apoyo a la política extra-parlamentaria, a los movimientos sociales, alentando su auto-organización. La alternativa de las izquierdas no se puede construir desde arriba, en un horizonte pactos necesarios pero insuficientes entre partidos políticos. Exige hegemonía desde abajo, construida en la intervención concreta de los problemas concretos que constituyen la hoja de ruta de la inestabilidad. Cuando estalle la crisis del gobierno minoritario de Rajoy, mejor que nos pille preparados.

Miembro del comité de redacción de Sin Permiso.
Fuente:
www.sinpermiso.info, 19 de marzo 2017 
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